martes, 14 de enero de 2014

Darse Cuenta

Del libro "Cuentos para pensar" de Jorge Bucay




Me levanto una mañana,
salgo de mi casa,
hay un pozo en la vereda,
no lo veo,
y me caigo en él.

Día siguiente...
salgo de mi casa,
me olvido que hay un pozo en la vereda,
y vuelvo a caer en él.

Tercer día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
que hay un pozo en la vereda,
sin embargo
no lo recuerdo,
y caigo en él.

Cuarto día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
del pozo en la vereda,
lo recuerdo,
y a pesar de eso,
no veo el pozo
y caigo en él.

Quinto día,
salgo de mi casa,
recuerdo que tengo que tener presente
el pozo en la vereda
y camino mirando el piso,
y lo veo
y a pesar de verlo,
caigo en él.

Sexto día,
salgo de mi casa,
recuerdo el pozo en la vereda,
voy buscándolo con la vista,
lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Séptimo día,
salgo de mi casa
veo el pozo,
tomo carrera,
salto,
rozo con la puntas de mis pies el borde
del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Octavo día,
salgo de mi casa,
veo el pozo,
tomo carrera,

salto,
llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo
conseguido,
que festejo dando saltos de alegría...
y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.

Noveno día,
salgo de mi casa,
veo el pozo,
tomo carrera,
lo salto,
y sigo mi camino.

Décimo día,
me doy cuenta
recién hoy
que es más cómodo
caminar...
por la vereda de enfrente.

A propósito de los esquizoides y los "pozos" en nuestro camino

Cuando leí este cuento no pude evitar pensar cuántas veces en mi vida volví a cometer el error de querer andar por la vereda de los "normales" (personas sociables y sensibles), sin darme cuenta que corría el riesgo de caerme otra vez en el pozo. Es que este pozo en particular no era un peligro para los demás, los cuales podían andar por encima de él sin caerse.

Me refiero al pozo de la ansiedad social, inhibición o simplemente malestar provocado por la presencia de "los otros". Sí, ese sentimiento de inadecuación que surge al estar con esos seres extraños, ruidosos, temperamentales, charlatanes, con la manía de invadir mi espacio personal sin darse cuenta siquiera de su falta de cortesía.

Así que día tras día, volvía por esa vereda ensayando mis saltos, preparándome para tomar carrera y darme impulso, felicitándome de mis logros para inmediatamente volver a caer... Mientras los demás no entendían qué me pasaba.

Hasta que un día me di cuenta que había otra vereda. Se podía llegar al mismo destino por esta acera solitaria, saludando de lejos a los demás que transitaban aquella vereda concurrida.

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