domingo, 10 de septiembre de 2017

¿Somos monstruos?

Estoy en el trabajo, alguien cuenta que una compañera pidió licencia porque otra vez están haciéndole quimioterapia, es la tercera vez que le descubren un tumor canceroso. Todos cambian de cara, incluso hablan más bajo y sé que debo hacer lo mismo. No se me ocurre qué decir y soy consciente de que mi cara no refleja ninguna emoción, porque no la siento.
Confesar que la noticia no me afecta sería como declarar que no me importa lo que le pasa a nuestra compañera de trabajo ¿Me importa? No lo sé. Me tomo unos momentos para pensarlo. Creo que sí, me "importa" pero no me "duele" saber que sufre, que es una mujer joven con niños pequeños que podrían quedar huérfanos... El solo hecho de que tenga que pensarlo, para saber si me importa, podría interpretarse como que realmente no me interesa. Pero no hay que precipitarse en sacar conclusiones. Una persona como yo, suele tener problemas para descubrir sus sentimientos, no siempre me resulta fácil entender lo que siento. Peor aún, no solo no comprendo mis emociones, a veces no las percibo.

Un par de semanas antes de este hecho se había muerto el padre de otra compañera de trabajo. No fui al funeral. Supuse que ya iría suficiente gente para que se sienta acompañada ¿Qué cambio supondría mi presencia? A ella seguramente no le serviría de nada y a mí me implicaría un gran esfuerzo. No me gusta salir de mi rutina. Me cuesta mucho. Por otra parte, detesto rodearme de personas que expresan su tristeza o fingen dolor para quedar bien. Supongo que a la mayoría le molesta la hipocresía. Pero cuando a uno le fastidia rodearse incluso de las mejores personas, si le agregamos que son falsas resulta intolerable. Además, nadie podía echarme en cara mi ausencia, pues nadie vino al funeral de mi madre, no se enteraron o no les importó (Mejor para mí).

A veces me pregunto si realmente quiero a las personas que digo que quiero (mi padre, por ejemplo), ya que habitualmente no consigo la motivación para llamarlos si no tengo noticias suyas, ni para estar cerca cuando están enfermos. Sé que me importan, porque ocupan mis pensamientos, les deseo el bien y si me piden ayuda se las doy desinteresadamente. En ocasiones me preocupo... pero no actúo. Suelo sentir remordimientos de conciencia por no demostrar más afecto. Para la mayoría de la gente es algo natural, la empatía surge espontáneamente, no tienen que esforzarse para soportar una charla demostrando interés, no tienen que pensar qué tono de voz usar para cada ocasión, no tienen que obligarse a llamar por teléfono a sus seres queridos, lo disfrutan.

Pero aún así, cuando sé que realmente me necesita viajo a visitar a mi padre. Elijo detenidamente un regalo para llevarle algo que le guste. Escucho cuando me cuenta sus problemas de salud por enésima vez, mostrándole atención, tratando de levantarle el ánimo. Intento ser útil haciéndole algún favor. Incluso le doy un abrazo (disimulando cuánto me incomoda). Más de una vez me he preguntado si el común de la gente estaría dispuesta a hacer el esfuerzo que yo hago para hacer sentir bien a otro, sin recibir una recompensa emocional ni de otro tipo.

Es que, aunque desde hace unos tres años estoy empezando a sentir (puedo reírme, a veces me enojo...) todavía me cuesta abrirme cuando estoy con otros, usualmente reprimo las emociones sin darme cuenta.

Leí cierta vez que alguien se refería a los esquizoides como discapacitados emocionales.

Cuando una psicóloga me dijo que mis padres no me habían dado suficiente amor en mi niñez y me daba la impresión de que quería que los culpe por ello, le respondí: "Ellos me amaron tanto como eran capaces de amar. Si una persona rica tiene a su hijo mal vestido es mal padre, pero si es pobre y no le pude dar una mejor ropa no se lo puede culpar. Mis padres me dieron todas las muestras de amor que tenían para dar. Probablemente fue insuficiente, pero era todo lo que tenían. Los entiendo, porque yo tampoco soy capaz de amar más".

Sé que no soy como la mayoría de la gente. Sé que si me transformé en esquizoide fue porque no tuve otras herramientas mejores para enfrentar la vida. Después de tantos años me doy cuenta que tengo rasgos asperguer, que los tuve toda la vida. Aunque no fuera esquizoide nunca sería como la mayoría de la gente. La diferencia es que ya no me molesta.

La mujer más fea del mundo

En el siguiente video vemos cómo una niña descubrió que los demás la veían como un monstruo por sus características físicas, pero con el tiempo se transformó en una bella persona que sirve de inspiración a mucha gente. Es un video viejo, probablemente ya lo hayan visto, pero vale para tomarse un tiempo para reflexionar.
Quizás algunos nos vean como monstruos, pero de nosotros depende actuar como tales o demostrar que solo somos humanos, con nuestras virtudes y fallas.







lunes, 8 de mayo de 2017

Juntos para siempre...

En la actualidad la tradicional frase que se pronuncia en las bodas "hasta que la muerte los separe" suena como un ideal romántico irrealizable. No creo equivocarme al pensar que quienes se enamoran desean que fuera para siempre, o al menos por mucho tiempo. Sin embargo, la relación se acaba, el amor no logra soportar los embates del tiempo. Cada cual tendrá su explicación al respecto: si es que ya no se le da el mismo valor a la pareja, si es que antes seguían juntos aunque la relación no funcionara, etc.

Lo que nadie podrá negar es que, para aquellos esquizoides que buscan a quien amar, es mucho más difícil imaginar que seguirán juntos para siempre.
Pensando en ellos, les traigo esta leyenda indígena.

Leyenda India: "El Amor, el Individuo y la Pareja"

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
- Nos amamos -empezó el joven.
- Y nos vamos a casar -dijo ella.
- Y nos queremos tanto que tenemos miedo.
- Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán.
- Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
- Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
- Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando
su palabra.
- Hay algo... -dijo el viejo después de una larga pausa-. Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada.
- No importa -dijeron los dos.
- Lo que sea -ratificó Toro Bravo.
- Bien -dijo el brujo-, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena.
¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio.
- Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta... salgan ahora.
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur... El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y
expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
- ¿Volaban alto? -preguntó el brujo.
- Sí, sin duda. Cómo lo pediste... ¿y ahora? -preguntó el joven- ¿lo mataremos y beberemos el honor de su sangre?
- No -dijo el viejo.
- Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne -propuso la joven.
- No -repitió el viejo-. Hagan lo que les digo. Tomen las aves y atenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
- Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, "vuelen juntos pero jamás atados".


¿En qué me hizo pensar esta leyenda?
Lo primero que me llamó la atención es que los jóvenes tenían miedo. Creo que es difícil admitirlo, pero muchas veces tenemos miedo de perder las cosas que nos importan. Enfocándonos en el amor: ¿Qué son los celos sino temores a ser desplazados por otro? ¿Por qué algunas parejas se vuelven controladoras si no es por sus miedos? Si fuéramos capaces de hablar de ello con personas idóneas, con experiencia y confiables, nos iría mejor.

Otra cosa en que pensé es que el viejo hizo bien en buscar dos aves diferentes, porque es una buena metáfora de que hombres y mujeres son diferentes (aunque haya excepciones) ¿Recuedan el bestseller "Los hombres son de Marte las mujeres de Venus"? Más aún "No hay dos personas iguales" como reza el dicho.

En cuanto a la moraleja, me pareció especialmente apropiada para una pareja en la que al menos uno sea esquizoide.

Permítanme para terminar que exprese mi opinión sincera: para que una relación funcione hay que incluir a un tercero: Dios.

Vuelen solos, vuelen de a dos, pero ¡Vuelen alto!

sábado, 18 de febrero de 2017

Pobre osito roto

La siguiente ilustración que aparece en el sitio http://etianaquetzali.blogspot.com.ar/2011/01/trastornos-de-personalidad.html pretende mostrar los tipos de personalidad patológicas. Como explica su autora, eligió emplear ositos "pues un oso de peluche es algo que la mayoria de las personas usamos como soporte o refugio, en un icono de seguridad, entonces ¿quien es el que aguanta y soporta todos nuestros sentimientos y estados de animo? pues nuestro osito".

Cuando vi la imagen no pude permanecer indiferente. Quizás porque estamos acostumbrados a asociar los ositos de peluche con situaciones tiernas. Pero aquí reflejan lo que se ha dado en llamar TRASTORNOS de la personalidad, un sistema para clasificar lo que esa misma autora describe como "una personalidad tan trastornada y violenta". Y no es que me queje de su visión, porque seguramente tendrá su sustento teórico. Lo que me llama la atención es cómo nos ven los demás: como monstruos violentos o como un osito roto digno de conmiseración.
Se me ocurrió buscar sinónimos de la palabra trastorno, pues aunque los psicólogos hayan dado una definición precisa a la expresión "trastorno de la personalidad", la mayoría de la gente cuando lee la palabra trastorno piensa en los significados comunes. Esto es lo que encontré en www.wordreference.com:
* Desorden, confusión, alteración, irregularidad, trastrueque, conflicto, dificultad, molestia, perjuicio.
* contrariedad, pena, dolor, angustia, tristeza.
* locura, excentricidad, chaladura, chifladura.
Como podrán apreciar algunos pueden ver "pena, dolor, angustia, tristeza", mientras que otros ven "conflicto, dificultad, molestia, perjuicio" e incluso otros nos tildan de locos. Por eso ciertas personas nos agreden mientras tratan de corregirnos para que encajemos en su molde, pero otros sienten lástima y desean curarnos. Pero muchos esquizoides no desean encajar ni ser curados.

Esta es la imagen del esquizoide:

La explicación que acompaña la ilustración no proporciona más información que la que ya es conocida para los lectores de mi blog:
Las personas con una personalidad esquizoide son introvertidas, ensimismadas y solitarias. Son emocionalmente frías y socialmente distantes. A menudo están absortas en sus propios pensamientos y sentimientos y son temerosas de la aproximación e intimidad con otros. Hablan poco, son dadas a soñar despiertas y prefieren la especulación teórica a la acción práctica.

Me gustó un texto que aparece al margen, pues podría dar uno de los motivos de por qué preferir la propia compañía (si me permiten la expresión) a la de los demás.

¿Cómo una niña puedes estas sola?, ¿Cómo puede jugar y divertirse?, Completamente sola…

Me pregunte un día.

Y al instante me respondí.

Una niña juega sola y se divierte pues ya esta acostumbrada a eso. Nunca a tenido a nadie que la acompañe en sus juegos porque nunca a conocido a un verdadero amigo o simple y sencillamente tiene el mejor amigo que alguien puede tener para jugar en paz y es alguien imaginario… es alguien que no traiciona, que no miente, que solo se divierte y te acompaña, es el que nunca te engaña, sumamente especia y único, esta siempre a tu lado y nunca te deja solo…es tu amigo fiel… es tu yo interno …el que te entiende y no se burla de ti…

Pero lastimosamente para esta sociedad y para esta gente solo las niñas y los niños lo pueden tener …pues si uno ya de grande los tiene… es un loco…

(Las faltas de ortografía son del original)


sábado, 22 de noviembre de 2014

Miedo a no ser yo

Monigote en la arena
Cuento de Laura Devetach


La arena estaba tibia y jugaba a cambiar de colores cuando la soplaba el viento. Laurita apoyó la cara sobre un montoncito y le dijo:
—Por ser tan linda y amarilla te voy a dejar un regalo —y con la punta del dedo dibujó un monigote de seda y se fue.
Monigote quedó solo, muy sorprendido. Oyó como cantaban el agua y el viento. Vio las nubes acomodándose una al lado de la otra para formar cuadros pintados. Vio las mariposas azules que cerraban las alas y se ponían a dormir sobre los caracoles.
—Hola —dijo Monigote, y su voz sonó como una castañuela de arena.
El agua lo oyó y se puso a mirarlo encantada.
—Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —dijo preocupada y dio dos pasos hacia atrás para no mojarlo—. ¡Qué monigote más lindo, tenemos que cuidarte!
—¿Qué? ¿Es que puede pasarme algo malo? —preguntó Monigote tirándose de los botones como hacía cuando se ponía nervioso.
—Glubi glubi, monigote en la arena es cosa que dura poco —repitió el agua, y se fue a avisar a las nubes que había un nuevo amigo pero que se podía borrar.
—Flu flu —cantaron las nubes—, monigote en la arena es cosa que dura poco. Vamos a preguntar a las hojas voladoras cómo podemos cuidarlo.
Monigote seguía tirándose los botones y estaba tan preocupado que ni siquiera probó los caramelitos de flor de durazno que le ofrecieron las hormigas.
—Crucri crucri —cantaron las hojas voladoras—. Monigote en la arena es cosa que dura poco. ¿Qué podemos hacer para que no se borre?
El agua tendió lejos su cama de burbujas para no mojarlo. Las nubes se fueron hasta la esquina para no rozarlo. Las hojas no hicieron ronda. La lluvia no llovió. Las hormigas hicieron otros caminos.
Monigote se sintió solo solo solo.
—No puede ser —decía con su vocecita de castañuela de arena—, todos me quieren pero porque me quieren se van. Así no me gusta.
Hizo "cla cla cla" para llamar a las hojas voladoras.
—No quiero estar solo —les dijo—, no puedo vivir lejos de los demás, con tanto miedo. Soy un monigote de arena. Juguemos, y si me borro, por lo menos me borraré jugando.
—Crucri crucri —dijeron las hojas voladoras sin saber qué hacer.
Pero en eso llegó el viento y armó un remolino.
—¿Un monigote de arena? —silbó con alegría—. Monigote en la arena es cosa que dura poco.
Tenemos que hacerlo jugar.
"Cla cla cla", hizo Monigote porque el remolino era como una calesita.
Las hojas voladoras se colgaron del viento para dar vueltas.
El agua se acercó tocando su piano de burbujas.
Las nubes bajaron un poquito, enhebradas en rayos de sol.
Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela.
Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que juega a cambiar de colores cuando la sopla el viento.



¿Qué tiene que ver este cuento conmigo?

Hace tiempo leí este cuento en una página de psicología de Facebook. Lo primero que pensé es: ¡qué importante debe ser para la escritora la posibilidad de estar con otros, que a través de esta historia nos enseña que no vale la pena vivir si no puedes tener a tus amigos cerca! Una idea imposible para un esquizoide.

Cuando lo leí comenté lo que sigue (en ese tiempo estaba yendo a terapia):

Leí que los esquizoides no buscan vínculos estrechos con los demás porque intuyen que se perderán a sí mismos en esa relación. Como el monigote del cuento su "yo" es frágil y desaparecería con la interacción social.
Cuando lo leí dije: "Yo soy esquizoide pero no pienso así". Sin embargo ahora que estoy haciendo terapia y considero la posibilidad de ser más sociable, me doy cuenta que tengo miedo de perder mi identidad. Hace unos años tuve una crisis de identidad, no sabía quién era, qué me gustaba o qué creía que me gustaba, qué era capaz de tolerar, qué quería de mi vida. Después de autoexaminarme por varios meses descubrí que una de las constantes en mi vida, algo que me definía era precisamente ser esquizoide. Por eso si dejara de actuar con el estilo esquizoide, dejaría de ser lo que soy para ser
otra cosa, dejar de ser significa dejar de existir, dejar de existir es morir. Aunque en este morir renazca de otra forma da miedo... mucho miedo.
El monigote podía arriesgarse a dejar de ser monigote y convertirse en un remolino de arena porque le gustaba jugar y en cambio no le gustaba la soledad. Pero, ¿qué incentivo puede tener alguien que se caracteriza por la apatía? ¿de dónde sacar fuerzas para acercarse a los demás cuando es algo que no me gusta y si además siento que eso me producirá otra crisis de identidad?


Al volver a leerlo surgieron nuevas ideas y revisé lo que dije entonces. Creo que mi interpretación sobre lo que sentía era cierta (realmente en mi inconsciente tenía miedo de cambiar como si mi vida estuviera en riesgo), pero es un razonamiento errado: dejar de ser no significa dejar de existir sino dejar de consistir, sigo existiendo pero con otra forma, con otra sustancia, o con otro propósito. El tema entonces es identificar hasta qué punto ser esquizoide me define. Podría compararlo con mi cuerpo: puedo decir que yo soy este cuerpo que tengo, pero soy más que eso, incluso mi cuerpo va cambiando (deja de ser lo que era) pero yo sigo existiendo, necesito un cuerpo para vivir pero no es necesario que mi cuerpo sea siempre igual (incluso eso es imposible).
De manera similar, tengo una personalidad que se caracteriza por ser esquizoide, pero puede evolucionar y seguiré existiendo. No puedo esperar que cambie drásticamente, con las experiencias vividas a lo largo del tiempo se irá modificando, pero conservará sus rasgos distintivos.

Esta vez al leer el cuento me hizo recordar la frase sobre "hacer castillos de arena" o "hacer castillos en el aire" que habla de soñar más que hacer planes, dejar que la imaginación nos engañe al imaginar escenarios futuros sin base sólida. Relacionándolo con el tema de la identidad, se me ocurrió pensar: ¿Qué tan real es la imagen que tenemos de nosotros mismos? ¿la chequeamos? (los esquizoides como no recibimos feedback de los demás no sabemos bien cómo nos ven los otros) ¿Qué seguridad tenemos de que al enfrentarnos a una crisis no nos haremos pedazos? ¿O cómo saber si el monigote es una circunstancia pero su esencia no es más que arena, que trató de diferenciarse tomando un rasgo y basando en él su identidad? Debajo del monigote había solo arena, ¿qué hay debajo de la máscara esquizoide?

miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Qué queda cuando muere parte de mí?

Cuento: MI OTRO YO
de Mario Benedetti
(Del libro Mi Otro Yo)


Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando. Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.

Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.




Reflexiones acerca del cuento

Debo admitir que no leí el libro completo, solo el cuento. Dicen que se trata de una metáfora política, que explica cómo una persona al despojarse de su moral y sentimientos pierde su humanidad y así, convertido en animal, es desconocido por sus propios amigos.

Yo solo puedo decirles que cuando lo leí, recordé el problema de la despersonalización (del cual hablé en mi entrada anterior) y pensé qué sucedería si finalmente mi lado emocional, cansado de ser ignorado, muriera... Sé que no es posible, que aunque no perciba las emociones están ahí, reprimidas. Pero supongamos que fuera posible: ¿Seguiría siendo yo al amputarme una parte tan importante de mí? ¿Me reconocerían los demás? ¿Notarían el cambio ya que hace tanto tiempo que mis emociones se me escapan de la consciencia y no sé dónde están?

Si perdiera totalmente las emociones ¿Me convertiría en algo así como un muerto en vida? ¿un fantasma? ¿Acaso soy ya un muerto en vida a los ojos de los demás y no me di cuenta? ¿Qué significa ser humano? ¿Qué valor tienen las emociones para considerarse humano? La gente suele decir que sin emociones la vida no es vida sino simple existencia... ¿Cómo lo saben si nunca se separaron de sus sentimientos? ¿Se puede ver morir una parte de nosotros (las emociones, ciertos recuerdos) sin hacer duelo, sin sufrir?

Disociación y despersonalización

Es un día nublado de invierno. Estoy en el patio de mi casa jugando. Tengo unos 7 años. Entonces escucho a mi mamá que me llama para que vaya a comprar algo. Inmediatamente siento un nudo en la garganta y una mezcla de autocompasión, odio y ganas de llorar. Detesto hacer mandados. Mientras la sangre se me sube al rostro pienso ir y protestar como siempre: ¿Por qué yo? ¿Por qué no lo compró antes? No me gusta salir de casa, no quiero ir, etc. Pero antes de que salga una palabra de mis labios me pregunto: ¿Para qué? Yo me quejo, mi mamá levantará la voz, yo gritaré, nos diremos cosas hirientes y al final tendré que ir igual, incluso quizás me castigarán.

Mirándolo fríamente es una tontería, no tiene sentido enredarme en una discusión que no puedo ganar, es absurdo enojarse si no consigo nada con ello, solo más dolor, llorar es lo más inútil de todo. Lo mejor es hacerle caso pronto a mamá y así estaré de vuelta enseguida para seguir haciendo lo que quiero. Al llegar a esta conclusión el nudo en la garganta desaparece, dejo de sentir el ardor en mis mejillas, no hay bronca, ni pena, ni llanto. Así de simple.


Fue un acontecimiento que pasó desapercibido para todos los demás, pero para mí marcó un antes y un después. Desde ese día cada vez que me sentía víctima de una injusticia, que me mandaban a hacer algo que no quería, que me retaban, cada vez que alguien se burlaba de mí o me desafiaba... me paraba frente a mí y me decía "No conviene enojarse. Con la mente fría se piensa mejor, recuerda lo que te hicieron y cuando menos lo esperen te vengarás, es mejor planear la venganza con tiempo". De a poco las emociones se apagaron y cada vez fue más raro que tuviera que pararme frente a mí para calmar mis ánimos. Pero también se fueron las emociones positivas. La risa se transformó en un recuerdo lejano. Me disocié de mi lado emocional.


Ya en la edad adulta, se volvió habitual observarme desde afuera mientras converso con alguien y darme consejos para que el otro no se dé cuenta que me muero de aburrimiento o que tengo ganas de salir corriendo. A veces me da la impresión de que nada es real, como si representara un papel en una película cuyo guión desconozco. No me causa ansiedad porque sé que esta extrañeza es solo una ilusión de mi cabeza, una forma de negar la realidad que me desagrada, una manera de despojarla de vida, para que no lastime. Sé lo que debo hacer: me meto en el papel, el rol que esperan de mí y trato de ser lo más convincente posible. Esta forma de despersonalización es parte de mí, de mi vida diaria.

¿Qué es la disociación?

En química la disociación es un proceso general en el cual complejos, moléculas o sales se separan en moléculas más pequeñas, iones o radicales, usualmente de manera reversible. Así que cuando en Psicología se habla de disociación significa que algo que antes estaba unido se separó en partes más pequeñas.
Este término se emplea para describir una variedad de experiencias que van desde un leve distanciamiento del ambiente que rodea a la persona, hasta distanciamientos más graves de la experiencia física y emocional. Se trata de un "distanciamiento de la realidad", a diferencia de lo que ocurre en la psicosis, donde hay una "pérdida de la realidad".


Los Trastornos Disociativos son definidos como “una alteración de funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción del entorno” (DSM-IV) o como “la pérdida total o completa de la integración normal entre ciertos recuerdos del pasado, la conciencia de la propia identidad, ciertas sensaciones inmediatas y el control de los movimientos corporales” (CIE-10)

Algunos trastornos disociativos son:

Amnesia disociativa: se refiere a la incapacidad para recordar información personal importante que no puede ser consecuencia del olvido ordinario porque es demasiado extensa. Generalmente se producen micro-amnesias, en las que no se recuerda una discusión, o el contenido de una conversación se olvida de un momento a otro. Algunas personas se quedan luchando por recordar de qué estaban hablando, mientras intentan no dejar que su interlocutor se dé cuenta de que no tiene ni idea de lo que discutían.

Fuga disociativa: Las personas abandonan sus casas o su lugar de trabajo sin razón aparente, recorren largas distancias y de repente se dan cuenta de que no saben dónde están ni cómo llegaron allí. Pueden cambiarse de nombre y actuar de manera diferente, generalmente de manera más desinhibida.

Desrealización: Es la sensación de que lo que ocurre alrededor no es real. El mundo externo se percibe como falso, lejano o nebuloso o como si no se estuviera en él.

Despersonalización : Se caracteriza por la sensación de hallarse separado o ajeno del propio cuerpo. Puede ser incapaz de reconocerse en el espejo o simplemente de sentirse uno mismo, y va acompañada de un sentido intacto de la realidad.

Confusión y alteración de la identidad: La confusión de la identidad es un sensación de confusión respecto a quién es uno mismo. Por ejemplo, cuando una persona siente excitación y una emoción positiva mientras realiza una actividad que normalmente le resulta desagradable(por ejemplo, conducción temeraria, uso de drogas). La alteración de la identidad es la sensación de ser marcadamente diferente de otra parte de su ser. También se produce confusión con respecto al tiempo y al lugar; suele suceder que siente que se encuentra en otra época y lugar, generalmente del pasado.

Trastorno de Identidad Disociativo (o Personalidad Múltiple): Provoca que existan dos o más personalidades distintas en el mismo individuo, siendo cada una de ellas la dominante en un momento determinado.




¿Cuál es la causa de la disociación?

Algunos episodios de despersonalización y desrealización se deben a situaciones de estrés. Cuando una persona no puede manejar la ansiedad puede experimentar un distanciamiento de sí mismo, con la sensación de extrañeza, incluso llegar al desconocimiento del propio cuerpo como si perteneciera a otra persona (despersonalización). O bien, experimentar un distanciamiento del entorno circundante (desrealización), lo cual le da la sensación de estar en un sueño; o que las cosas, aunque las reconoce, son de alguna manera inexplicable, diferentes.

El abuso de alcohol y estupefacientes también puede provocar este tipo de experiencias. Pero hay también otras causas que no pueden evitarse, como las lesiones cerebrales.

En el siguiente video se explica el problema.



En cambio, los trastornos disociativos por lo general se asocian al abuso repetido físico y/o sexual en la infancia y otras formas de trauma. En el contexto de un trauma crónico y severo en la niñez, la disociación puede ser considerada adaptativa porque reduce el intenso dolor emocional creado por el trauma. Sin embargo, si la disociación continúa utilizándose en la edad adulta, cuando el peligro original ya no existe, puede ser disfuncional.

Cito un texto que leí en http://lapalabrablog.chanaweb.com/?p=632

Uno de los problemas principales para la persona con un trastorno disociativo es la alteración de la regulación de las emociones; es decir, la dificultad para tolerar y manejar experiencias emocionales intensas. Este problema procede en parte de haber tenido pocas oportunidades de aprender a calmarse a sí mismos o modular sus emociones, debido al hecho de criarse en una familia abusiva o negligente, donde los padres no enseñaron estas habilidades. Los problemas en el manejo de las emociones se componen de la intrusión repentina de recuerdos traumáticos y de las emociones abrumadoras que los acompañan.

La incapacidad para manejar emociones intensas puede desencadenar un cambio en el estado del yo, desde un estado de ánimo a otro. La despersonalización, la desrealización, la amnesia y la confusión de la identidad pueden considerarse esfuerzos de autorregulación cuando la regulación de las emociones falla. La despersonalización (o verse a sí mismo como si estuviera fuera de su propio cuerpo), por ejemplo, es un modo de no estar presente mientras se está siendo sometido a un acto de abuso o crueldad insoportable. Como última alternativa de una mente abrumada para escapar del miedo cuando no hay escapatoria, una persona puede, inconscientemente, adaptarse creyendo que es alguien diferente. Así, la experiencia traumática que la persona no se ve capaz de afrontar ni de admitir, queda en un compartimento aislado de su mente, desconectado del resto, y desarrollándose de un modo independiente con cada repetición del trauma hasta dar lugar a una personalidad diferente. No es raro que una de las personalidades sea agresiva y sienta ira y desprecio hacia la personalidad víctima, a quien considera débil, cobarde y merecedora del castigo. Esta personalidad airada ha observado a la víctima desde fuera sin sentir nada hacia ella. Por eso, uno de los pasos principales para la integración de esta personalidad pasaría por lograr que sienta compasión por la víctima y empatía hacia ella. La aproximación terapéutica requiere ayudar a construir la confianza en la capacidad de una persona para tolerar sus emociones, aprender, y crecer como persona.

viernes, 18 de julio de 2014

Trastornos de la personalidad


La personalidad está determinada por nuestras formas de actuar y de ser ante diferentes situaciones dentro de la vida cotidiana. Está dada por el carácter (se adquiere según el ambiente en el que se desarrolle el individuo) y por el temperamento (genético).

Tal como lo define el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, edición 4), "un trastorno de personalidad es un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o prejuicios para el sujeto".

Cuando una persona es diagnosticada con un trastorno de la personalidad puede ser que tenga alteraciones en la cognición, emotividad, funcionamiento interpersonal o en el control de impulsos. Los trastornos de la personalidad se extienden a muchas situaciones porque los "comportamientos anormales" son egosintónicos, es decir que los elementos de la conducta, pensamientos, impulsos, mecanismos y actitudes de una persona están de acuerdo con el Yo y con la totalidad de su personalidad; y por tanto, se perciben como adecuados por el afectado.

Se desconoce la causa exacta de su aparición, sin embargo existen varias teorías que procuran explicarla. Algunos teóricos la atribuyen a trastornos cromosómicos o del sistema nervioso (teóricos de la Biología), otros a comportamientos adquiridos (teóricos de las ciencias sociales) y otros a las deficiencias en el desarrollo del yo (teóricos psicodinámicos).

La personalidad no es algo fijo con lo que venimos al mundo, sino que, en gran parte, es influenciada y modificada por las experiencias vividas. Durante la infancia y la adolescencia pueden aparecer conductas que limitan en gran medida el equilibrio emocional, producidas por alteraciones del desarrollo que persisten en la edad adulta y que no pueden atribuirse a otros trastornos mentales ni a lesiones cerebrales. Estos trastornos de la personalidad son perturbaciones significativas que abarcan las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y de relación social de los individuos.

La influencia de los factores genéticos y ambientales no es igual en todos los trastornos de la personalidad. En algunos trastornos como el trastorno antisocial de la personalidad, la genética parece jugar un papel importante, mientras que en otros casos, como el trastorno por dependencia, parece que el ambiente ejerce una mayor influencia. No obstante, en general, suele existir una interacción entre ambos factores (genéticos y ambientales).
Las estadísticas revelan que el maltrato, abuso o negligencia emocional en la infancia parecen jugar un papel muy importante en el desarrollo de diversos trastornos de personalidad. Aunque un niño tenga una predisposición genética a padecer cierto trastorno de la personalidad, puede no desarrollarlo nunca si se desarrolla en un ambiente sano y protector, pero si es víctima de maltrato o abuso es mucho más probable que acabe padeciendo el trastorno.

Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_de_personalidad
http://portalcantabria.es/Psicologia/37.php
http://motivacion.about.com/od/Personalidad/a/Cual-Es-La-Causa-De-Los-Trastornos-De-Personalidad.htm

Clasificación
Los dos principales sistemas de clasificación, el CIE y el DSM, deliberadamente han fusionado sus diagnósticos hasta cierto punto, pero aún sigue habiendo diferencias. El diagnóstico y agrupación de los trastornos de personalidad genera controversia y polémica, pues no están bien definidos los criterios para diferenciarlos de otros trastornos mentales o distinguir las categorías particulares de trastornos de la personalidad unas de otras.




Como orientación para saber si tiene un trastorno de personalidad puede hacer el test en la siguiente página:
http://www.testdepersonalidad.info